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Ya de vuelta en el país luego de haber tenido la oportunidad de presenciar en vivo el Gran Premio de EE.UU., llevado a cabo en el Circuito de las Américas en la ciudad de Austin, capital del estado de Texas, debo reconocer que tuve mucha suerte de que esta décima octava fecha de la temporada resultara ser una de las mejores, sino la mejor carrera en lo que va del año.
Para coronarse ya como campeón del mundo por quinta vez, Lewis Hamilton necesitaba ganar y que Sebastián Vettel no finalizara mejor que tercero, pero Hamilton no ganó, y tampoco lo hizo Vettel; el británico fue tercero y el alemán solo cuarto con lo cual Lewis le sacó tres puntos más de ventaja a Sebastián en el campeonato, con lo que ya son 70 puntos la diferencia entre ambos con únicamente 75 en juego, es decir que, si no fue ahora en Austin, será este domingo en México que Hamilton consiga coronarse nuevamente campeón. Para ello, solo necesita finalizar séptimo para lograrlo así Vettel gane, y la verdad sea dicha, que Vettel gane ya resulta una utopía después de ver de qué manera no deja de equivocarse una y otra vez el piloto alemán. Ya van seis incidentes este año, cuatro de ellos en la primera vuelta en que el “pobre” Sebastián es víctima de sus propios “demonios” mentales, de la presión que siente y con la cual no logra lidiar para conseguir salir airoso en los últimos cinco Grandes Premios.
De hecho, no hay nada que hacer que el punto de inflexión para el piloto de Ferrari fue el Gran Premio de Alemania en que se despistó solo, cuando lideraba cómodamente la carrera. Efectivamente, después de eso, ganó en Bélgica pero a partir de ahí todo le perteneció a Hamilton mientras Sebastián se veía involucrado en incidentes, todos en la primera vuelta, con el propio Hamilton en Italia, con Verstappen en Japón, y a carrera seguida, ahora también con Ricciardo; incidentes de los cuales, para el colmo, el que siempre salió mal parado fue precisamente él, entrompándose, por lo tanto cayendo a las últimas posiciones para de allí tener que remar hacia adelante pero lejos de poder pensar en una victoria, victorias que tanto las necesitaba para evitar que Hamilton se le escapara en los puntos; Lewis, en cambio, contundente en su conducción e imperturbable en lo mental.
A estos incidentes por exceso de precipitación hay que sumarles también los de Azerbayián y Francia, en donde, de igual manera, Vettel dejó escapar valiosísimos puntos que ahora lo tienen más lejos que nunca de ser campeón en este 2018. Otra oportunidad que se le escapa a Sebastián, y ni hablar a Ferrari que ya ve como, en las dos últimas temporadas, pese a tener un auto igual o superior al Mercedes, no lograron vencerlos. La ansiedad, la presión y la desesperación los llevaron a aquello. Dicen que “la tercera es la vencida” por lo que, quizás, el 2019 sea el año de la verdadera revancha.
Pero, mientras Vettel desperdiciaba una nueva oportunidad de victoria al intentar pasar “in extremis” a Daniel Ricciardo durante el primer giro de este Gran Premio norteamericano que lo llevó a un nuevo enganche y trompo como consecuencia de ello, su coequipero Kimi Raikkonen es el que sí sacó buen partido de la leve superioridad de su Ferrari sobre los Mercedes y Red Bull, para llevarse así la victoria. ¡Por fin! Habría que decirlo. Casi seis años debió esperar el gran Kimi para reencontrarse con la victoria, pues la última había sido en el Gran Premio de Australia 2013 conduciendo para la extinta escudería Lotus (ahora Renault). Vigésima primera victoria en F1 desempatando así con su compatriota Mika Hakkinen que se quedó con 20, la décima con Ferrari pero recién la primera en su segundo ciclo con Ferrari que arrancó en 2014. Las primeras nueve fueron entre 2007 en que, precisamente, se coronó Campeón del Mundo, de hecho, el último campeonato de pilotos para Ferrari, y 2009 en que tuvo que dejar su asiento en favor de Fernando Alonso y sus millones gracias al Banco Santander.
Hubiése sido muy triste e injusto sobre todo que Kimi dejara Ferrari (lo hará al final de la temporada), sin poder ganar, al menos ,una vez más vestido de rojo, y vaya de qué manera lo hizo. Pese a sus 39 años, en suelo tejano, Kimi condujo su Ferrari #7 de manera magistral, como en sus mejores tiempos, ganándole en la salida a Hamilton que largaba desde la Pole Position, y luego resistiendo a los ataques del propio Lewis, y en la parte final de la carrera manteniendo a raya al “insolente” Max Verstappen. Bravo Kimi, ¡misión cumplida! El finlandés puede dejar Ferrari con la frente en alto y marcharse a Sauber en donde, seguro, seguirá dando mucho de qué hablar aunque él nunca hable mucho, solo lo justo y necesario… ¡Un gran campeón, sin duda!