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Luego del descanso veraniego, Ferrari llegó a Bélgica e Italia como el favorito para llevarse la victoria gracias a la potencia de su motor, el cual es actualmente el mejor de todos, incluso mejor que el Mercedes que dominó por cuatro años, y cuyos caballos de fuerza debían marcar diferencia en los veloces trazados de Spa-Francochamps y Monza, los dos más rápidos de la temporada. Esto con el ingrediente adicional que generaba el hecho de que en los doce primeros Grandes Premios del año Ferrari aún no había podido ganar.
En Bélgica y con unos neumáticos en claro deterioro hacia la parte final de la carrera Leclerc pudo llevarse una victoria por demás merecida pero que bien pudo ser otro segundo puesto ya que, dos vueltas más y Lewis Hamilton lo hubiera pasado gracias a que su Mercedes castiga menos las llantas que el Ferrari del piloto monegasco cuyos neumáticos ya estaban “muertos” hacia el final de la carrera belga. Así entonces 50% del objetivo cumplido.
Siete días, más tarde, en Italia, el objetivo de Ferrari era el mismo pero con la obligación, esta vez, de ganar frente a su público, corriendo en casa, algo que Ferrari no conseguía desde el año 2010 cuando Fernando Alonso lo hizo por última vez. Casi 10 años de decepción para los apasionados italianos de su marca para quienes más importa la victoria de sus autos rojos que la de un piloto local.
Las prácticas libres y clasificación arrojaron un insólito empate técnico entre los Ferrari y los Mercedes: Los italianos más rápidos en las largas rectas del circuito de Monza pero más lentos en el paso por curva que los alemanes, lo cual hizo que en el global de la vuelta los dos autos giraran prácticamente en el mismo tiempo, tanto así que en la clasificación la diferencia entre el primero y el cuarto, es decir entre los dos Ferrari y los dos Mercedes, fuera de apenas 154 milésimas de segundo, en otras palabras, una décima de segundo, nada más.
Con semejante paridad quedó claro que más allá del trabajo en pista de cada uno de los cuatro pilotos, la carrera se iba a jugar también en los pits con la estrategia en el cambio de neumáticos y el tipo de llanta (compuesto del caucho), a utilizar por cada uno de ellos.
Tras el arranque de la carrera, Leclerc mantuvo su posición de vanguardia obtenida en la clasificación y se colocó en cabeza seguido por Hamilton, Bottas y Vettel. Lamentablemente, el alemán de Ferrari una vez más no pudo con sus “demonios emocionales”, perdió el control de su bólido y se fue en trompo apenas en la sexta vuelta, con lo cual dejó solo a Leclerc frente a la jauría de Mercedes.
En el giro 20, los estrategas de la escudería de Stutgart adelantaron la entrada a pits de Hamilton llamando al británico a cambiar llantas antes de lo supuesto, ante lo cual, Ferrari respondió y llamó a Leclarc a vuelta seguida para de esta forma mantener el primer lugar, pero con la gran diferencia de que, mientras que a Lewis le montaron llantas de compuesto medio que no necesariamente durarían hasta el final, a Leclerc le pusieron las de compuesto duro, previniendo así que no les volviera a pasar lo mismo que en Bélgica, y en esta ocasión Ferrari acertó ya que, a 12 vueltas de la bandera a cuadros y luego de perseguir como “perro de caza” a Leclerc desde el mismísimo arranque de la carrera, Hamilton se quedó sin adherencia en sus neumáticos mientras que los del Ferrari de Leclerc, más duros en su compuesto, aún mantuvieron su eficacia, tanto así que gracias a eso, el joven monegasco pudo, en la parte final del Gran Premio, seguirse defendiendo, ahora del segundo Mercedes, el de Bottas, que había cambiado llantas 7 vueltas más tarde, pero que tampoco pudo doblegar a Charles, que de esta manera se llevó su segunda victoria consecutiva ante el júbilo de los “tifosi” italianos que la festejaron como si de la obtención del campeonato se tratara.
Sin duda, un extraordinario triunfo de Charles Leclerc que así nos ratifica una vez más que estamos frente a un extraordinario piloto, campeón mundial en potencia, pues no nos deja de sorprender por su velocidad, su talento, y sobre todo por su gran madurez, que no va acorde a sus apenas 21 años de edad. Desde ya, el nuevo mimado de Italia. Y con esto queda claro también que Max Verstappen no está solo. Charles y Max son, sin temor a equivocarnos, las nuevas estrellas en ascenso de la Fórmula 1, el futuro de la máxima categoría del automovilismo mundial.