A continuación, te traemos 7 curiosidades sobre esta «Bestia» de limusina cuya tarea no es menor y para la cual está sin duda sobradamente preparada.
Una fortaleza sobre ruedas
Como es lógico, un auto presidencial no es un auto cualquiera: es una fortaleza andante. La carrocería tiene 13 cm de ancho, pero en las puertas su grosor aumenta hasta los 21 cm. Los cristales pueden detener una bala del calibre 44 Magnum. Por debajo, el suelo del auto cuenta con placas de armadura pensadas para proteger de granadas y bombas. Y las llantas también están protegidas: la limusina lleva un tanque con una espuma especial que permite, en el caso de que la rueda se ponche, que esta se rellene sola.
Preparada para todo
Una fortaleza como esta no estaría completa sin un equipo interior pensado para las situaciones más adversas. Por dentro, «La bestia» va equipada con granadas de gas lacrimógeno, equipo contra incendios, cámaras de visión nocturna y una fuente de oxígeno para casos de ataque químico o eventualidades que requieran mantener al presidente respirando. Incluso se cuenta con una reserva de sangre del mismo grupo del presidente para el caso en que se hiciese necesario realizar una transfusión.
Alto consumo
Con todo esto encima, es normal que la limusina consuma bastante gasolina. Si un auto normal consume en torno a 10 litros cada 100 km, «La bestia» también es una bestia del consumo: 58,8 litros cada 100 km. Y tampoco es que sea un prodigio de velocidad: llega a los 97 km/h en aproximadamente 15 segundos.
Además, el auto no puede ser manejado por cualquiera. El chófer pertenece también al servicio secreto y ha sido entrenado en conducción especial para poder sacar al auto de cualquier situación complicada en la que se encuentre.
La protección cuesta
Como es de suponer, todas las características que hemos visto hasta ahora son de todo menos baratas. Si hablamos de costes, primero tenemos que comenzar por el dinero que se invirtió en investigación y desarrollo para llegar a lo que es el auto hoy: nada menos que 15 millones de dólares. Y aunque no se conoce el precio final de una de estas limusinas, se estima que su fabricación cuesta 1,5 millones. Y a esto habría que añadirle el coste de la gasolina, por supuesto.
No una, sino una docena
«La bestia» es el apodo general del auto, pero deberíamos usar mejor el plural porque no es solo una «bestia» sino unas 12. Como es lógico, algunas se usarán como repuesto en caso de avería, pero también son utilizadas para transportar a VIPs que vayan también en la caravana presidencial. Y sin duda, otras son usadas para despistar y movilizar al presidente sin que se sepa con claridad qué ruta está empleando.
Compañera inseparable
Cuando el presidente viaja en avión, también lo hace su limusina gracias a las fuerzas armadas. Tanto ella como los miembros del servicio secreto van al mismo sitio que va el presidente, de manera que cuando él llega siempre están esperándole listos para protegerle a donde vaya.
Monitorización completa allá por donde pasa
La caravana presidencial siempre incorpora agentes del servicio secreto y de la policía para que estén atentos a cualquier amenaza. Pero no solamente se dedican a detectarlas mirando a su alrededor, sino que también se monitorizan las comunicaciones a su alrededor, ya sean las de radio o las de celular. Esto se conoce porque, en un viaje del presidente Clinton a Filipinas, la ruta de la caravana se alteró al detectar las palabras «Matrimonio» y «Puente». La alteración se produjo por la palabra «Matrimonio» pues se sabía que era una palabra que solían usar los terroristas para indicar un ataque inminente. Esta información resultó acertada pues más tarde se descubrieron explosivos en un puente por el que se suponía que iba a pasar la caravana.
Fuente: Para los curiosos