A diferencia del motor normal, conocido como atmosférico, en el que la mezcla aire-combustible es por aspiración, Turbo es un sistema que utiliza los gases de escape que normalmente son energía desperdiciada, para mover una pequeña turbina la cual, ayudada por un compresor, introduce la mezcla aire-combustible al motor para su combustión, a presión; es decir, que se puede meter más combustible de lo que permite un motor atmosférico, y cuanto más combustible, más potencia. Con ello, se logran motores de baja cilindrada con muchos caballos de fuerza.
No obstante, el turbo tiene una desventaja importante, y es que no tiene buena respuesta a la aceleración a bajas revoluciones debido a que, a bajo régimen, los gases de escape también viajan a baja velocidad, por lo que la turbina del turbo no genera la potencia deseada sino hasta que las revoluciones suben. Eso hace que la entrega de potencia sea algo “violenta” y no progresiva, como en un motor normal.
Sin embargo, y considerando que por cada 1000 metros de altura un motor pierde 10% de su rendimiento, con turbo la pérdida de potencia es mínima. Por consiguiente, en las ciudades ubicadas en la cordillera, el motor turbocargado resulta ser una excelente alternativa a tomar en cuenta ya que, el motor prácticamente no pierde su potencia original.
Su inventor fue el norteamericano Cliff Garrett, quien fundó su propia fábrica de turbocargadores en 1936, en California (Estados Unidos). En 1940, el turbo fue utilizado por primera vez en instalaciones marinas, industriales y locomotoras.
El primer auto fabricado en masa con un motor turbo fue el Oldsmobile Jetfire Turbo Rocket, el cual salió a la venta en 1962. En 1966, el turbo apareció por primera vez en las 500 millas de Indianápolis mientras que los alemanes de Porsche lo introdujeron por primera vez en Las 24 Horas de Le Mans en 1974, logrando el primer puesto en la categoría y el segundo en la clasificación general con el fabuloso Porsche 911 RSR. A partir de entonces, Porsche ha sido la marca que más y mejor ha desarrollado el motor turbocargado, tanto en sus autos de competencia como en sus autos de serie.
En Fórmula 1, el turbo apareció por primera vez en 1977 de la mano de Renault. Y la primera victoria de un motor turbocargado en F1 llegó dos años después, en 1979, a cargo del francés Jean-Pierre Jabouille siempre al volante de un Renault, precisamente en el Gran Premio de Francia de aquel año 79.
A partir de 1983, ya todos los equipos de Fórmula 1 habían optado por motores turbo siendo el brasileño Nelson Piquet el primero en ganar un título mundial con con un motor de este tipo, al mando de su Brabham-BMW Turbo. A finales de 1988, y debido a sus altos costos de desarrollo pero, sobre todo, a las desproporcionadas potencias a las que se estaba llegando, con motores de más de 1000 caballos de fuerza, el sistema turbo fue prohibido en la F1.
No obstante, a partir de 2014, el motor turbo fue reintroducido nuevamente en un formato de 6 cilindros y 1600 c.c., al cual se suma actualmente un sistema híbrido compuesto por un motor eléctrico y un sistema de recuperación de energía denominado ERS. Y con toda la electrónica y tecnología de vanguardia de hoy en día, ahora los motores sí puedan estar limitados a máximo 14000 revoluciones, entre otras cosas, precisamente con el fin de poder controlar las desmedidas potencias que un motor de estos puede generar.
En los autos de serie, de igual manera la electrónica y los sistemas bi turbo han conseguido que el famoso “turbo lag” (la mala respuesta a bajas revoluciones), se haya reducido a la mínima expresión, con lo cual, la gran mayoría de los constructores del mundo están optando masivamente por motores turbocargados. Además, esto permite que la carga impositiva que en algunos países se aplica a los vehículos en base al cilindraje sea mucho menor para aquellos con turbo y sus motores de baja cilindrada. En otras palabras, el TURBO apenas y está de vuelta.