Si bien el futuro de los automóviles se muestra hoy en día con baterías eléctricas que permiten llegar kilómetros más lejos, o que tienen la capacidad de conducirse de forma autónoma, en la década de 1950 para Chrysler el destino de los autos tenía que ver con el uso directo de turbinas de aviones supersónicos.
La carrera espacial entre EE.UU. y la URSS influenció también a la industria automotriz, y generó importantes avances tecnológicos. Así, una serie de fabricantes norteamericanos inspirados en la aviación, desarrollaron modelos con alerones especiales, cabinas de conducción de una sola persona y formas con aerodinámica espacial. Pero fue Chrysler quien propuso, por vez primera, lanzar un auto equipado con un reactor.
En el Salón de Nueva York de 1963 se presentó el ‘concept car’ del Chrysler Turbine. Era una época en la que se imaginaba que el futuro sería conducir una especie de jets con ruedas, y por tratarse de un modelo económico, fiable y silencioso la marca norteamericana realizó una gira con el modelo por 23 ciudades en 21 países.
De este increíble diseño se construyeron solo 50 unidades, de las cuales quedan apenas 9 (una le pertenece al presentador Jay Leno, mientras que las restantes fueron reducidas a escombros por instrucción de la misma Chrysler). Los vehículos construidos fueron entregados a un grupo selecto de clientes, para investigar su desarrollo y posibles problemas.
Lo sorprendente de las pruebas del Chrysler Turbine fue que los problemas eran muy pocos y fácilmente solucionables, por lo que después de 15 años de investigación se convirtió en un auto muy confiable. Al tener un subchasis delantero que podía quitarse con las suspensiones para acceder a la turbina, este vehículo permitía cambiar todo el motor en tan solo 3 horas.
El motor poseía una potencia de 130 hp y velocidad máxima de 120 mph (192 km/h), con unacapacidad de giro de la turbina superior a las 40.000 rpm y un alcance máximo de 60.000 rpm, transmisión automática de tres velocidades con consumo de combustible de aproximadamente 3.70 galones por cada 100 km recorridos; a lo que se suma el uso del mismo aceite para el motor y la dirección asistida, que casi no se contamina y garantiza gran durabilidad para el motor.
La carrocería del Chrysler Turbine hizo que este automóvil se valorara en aproximadamente USD 300.000, con color de exteriores ‘Turbine Bronze’, techo recubierto de vinilo negro, asientos de cuero naranja metálico, alfombrillas del mismo color y un túnel de transmisión cuyas extremidades recuerdan las aletas de una turbina. El tablero contaba con un volante plata y naranja, tres círculos con indicador de temperatura de la turbina, reloj, amperímetro e indicador de nivel del carburante.