“Yo construyo deportivos, tú construyes tractores. Limítate a ellos.” esta contestación recibió ni más ni menos que Ferruccio Lamborghini, un constructor de tractores hasta principios de los ’60, tras quejarse con Enzo por el embrague de su Ferrari. A partir de esta situación, nacería otra de las emblemáticas marcas de automóviles deportivos.
“Recuerdo vivamente mi primer encuentro con un auto de competición americano en 1919. Era un Packard con motor V12 que corría en Indianápolis. Desde entonces me casé con el V12 y jamás me divorcié”. Ferrari no ocultaba su antipatía con la industria automotriz estadounidense.
Para Ferrari, el “corazón” de un automóvil era la parte más importante de todas, por eso siempre sostuvo la siguiente afirmación: “No vendo autos, vendo motores. El auto lo regalo, ya que el motor tiene que ir montado en algún sitio”.
Como adelantamos más arriba, Enzo Ferrari no tenía agrado por la industria norteamericana, y pese a que Ford estuvo cerca de adquirir la empresa italiana su respuesta fue categórica. “Mis derechos, mi integridad, mi existencia como fabricante y emprendedor, como líder de la fábrica de Ferrari… no pueden funcionar bajo la enorme burocracia de Ford”.
La estética no parecía ser una característica excluyente en los vehículos de competición, ya que el empresario decía que “Los autos de carrera no son ni bellos ni feos. Se convierten en bonitos cuando ganan carreras”.
Enzo Ferrari amaba a sus vehículos como sus propios hijos, ya que siempre supo que “La muerte destruirá mi cuerpo, pero mis criaturas me sobrevivirán en los años venideros”.
Fuente: Diariomotor
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